CUANDO LA MENTE NO CALLA Y EL CORAZÓN CORRE SIN MOTIVO
- Lina Macias
- 17 jul
- 2 Min. de lectura
La ansiedad no siempre grita. A veces, se disfraza de cansancio, de insomnio o de esa angustia que no sabes explicar.
Hay días en que el cuerpo pesa más que el alma. En los que el pensamiento se convierte en un eco constante, y la respiración se siente como si no encontrara espacio en el pecho. Eso también es ansiedad. Y no, no estás exagerando.
La ansiedad es una respuesta del cuerpo a una amenaza. Pero lo complejo comienza cuando esa amenaza no es externa, sino interna. Cuando la mente activa la alarma aunque no haya fuego, aunque la casa esté en silencio. Cuando tu cuerpo corre… pero tú no sabes hacia dónde.
Desde la psicología, entendemos la ansiedad como una emoción necesaria, que nos protege. Pero cuando se vuelve crónica, intensa o paralizante, se transforma en un mensaje que debemos escuchar: algo en ti necesita ser atendido, es allí donde empezamos a ver la ansiedad como trastorno.
La ansiedad puede mostrar su rostro de muchas formas:
Un insomnio que no cesa.
Una taquicardia sin motivo.
El impulso de salir corriendo sin saber de qué.
O una tristeza que no encuentra palabras.
Y aunque no lo parezca, no estás sola. No eres débil, ni estás rota. Estás sobreviviendo con un sistema nervioso que ha aprendido a vivir en alerta.
🌱 Sanar la ansiedad no es apagarla, es aprender a dialogar con ella. Conectar con el cuerpo, respirar, pausar. Reeducar a la mente con amor, no con castigo.
Escribir lo que sientes puede ser una forma de liberar. Dibujar, caminar, hablar. Y cuando sea necesario, buscar ayuda profesional es también una forma de amor propio.

A veces, la ansiedad llega sin invitación, en los momentos más tranquilos, como si no soportara el silencio. Se
instala en el pecho y en la garganta, y transforma lo cotidiano en amenaza. Y es que muchas veces, la ansiedad no surge por lo que ocurre afuera, sino por todo lo que se quedó sin resolver dentro. Son emociones acumuladas, palabras no dichas, exigencias internas que nadie ve… pero que tú cargas. Por eso, aprender a reconocerla sin juicio es un acto de compasión. Porque no se trata de luchar contra ti, sino de comenzar a escucharte con más paciencia, con más presencia, con más amor.
RECOMENDACIÓN
Si sientes que la ansiedad te desborda, empieza por lo más sencillo: vuelve a tu cuerpo. Haz una pausa. Inhala profundo por la nariz contando hasta cuatro, retén el aire dos segundos y exhala lentamente por la boca. Hazlo tres veces.Ese pequeño gesto puede ayudarte a decirle a tu sistema nervioso: “estamos a salvo”.
A veces no necesitas tener todo bajo control, solo respirar… y recordarte que este momento también pasará.
Un abrazo,
Lina Macias Jimeno







Comentarios